Agua y aceite

Hablemos de creatividad. O hablemos de negocios. E, incluso, podemos hablar de empresa. Pero hablar de creatividad, negocio, empresa… es otra cosa. Tradicionalmente un creativo no habla de dinero, es un tema frecuentemente tabú. Lo sé por experiencia propia y de algún que otro colega profesional. Parece como si la parcela de un creativo estuviera acotada solo a la creatividad, y los números, las cuentas de resultados o los márgenes los tuviera que hacer otro.

Os reconozco que yo he estado ahí. En delegar la parte de los dineros a otros por diferentes motivos, desde el miedo al qué dirán hasta la inseguridad de entrar en un territorio que no domino tan bien como pueda ser el de la creatividad.

Y estamos muy, pero muy equivocados.

Porque un creativo puede y debe ser un hombre de negocios. ¿Acaso pensáis que gente como Ferrá Adriá, Jobs, Toni Segarra, Pablo Motos, Buenafuente o Miguel Ángel Furones no son empresarios? Pues lo son, y muy buenos porque viven de la creatividad, de hacer marca y defender su negocio. Y no solo eso, sino que además se venden perfectamente como cualquier otro empresario de otro sector.

La creatividad es un negocio como otro cualquiera y creo, humildemente, que falta formación que explique a los creativos la importancia de tener costes, márgenes, una cuenta de resultados saneada, proyecciones de ventas, ventanas de oportunidad, inversiones, créditos y demás temas financieros. Porque las ideas pueden ser muy buenas, pero si no sabes venderlas asociadas a un precio, no le estarás dando la solución completa a tu cliente.

Recuerdo que, en el proceso de entrada de Cientochentagrados en el grupo francés Altavia, en el que participé, me encontré de bruces con la realidad financiera. Hubo cosas maravillosas en ese proceso pero también es verdad que ahora negociaría de otra manera o replantearía algunos términos de ese contrato. Tuve la inmensa suerte de topar con unos socios estupendos con los que sigo teniendo relación, pero no sería la primera vez que tras los fastos de entrada en un grupo mayor que el tuyo te encuentras atado a una estructura de la que ya no eres dueño o al menos no la pilotas tú, o donde dije que aquel número era uno ahora es otro y ahí empiezan a surgir vías de agua.

Saber decir no también es importante. Los creativos tenemos un problema con el no. Nos ponemos a pensar, a trabajar o a diseñar sin haber firmado un contrato o para proyectos que no son rentables porque a veces nos fijamos en los árboles y no en el bosque. El no a veces refuerza tu autoestima y tu profesionalidad delante de un cliente y si encima le argumentas financieramente el por qué de ese no, lo mismo pierdes una batalla para acabar ganando una guerra. Hay que firmar contratos, no tener miedo a presentar tus condiciones. Es una muestra de profesionalidad y te cubre para lo bueno y para lo malo.

Así que dejemos de llevarnos mal con las finanzas y con el mundo empresarial y demostremos que un creativo puede ser, además, un buen negociador y un buen empresario.

Si no lo hacemos así estamos vendidos.

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